miércoles, 6 de enero de 2010

Gracias vida


.Nunca te agradecí, Vida, por todo lo que me has dado. Por este cuerpo, estas piernas, estos brazos, estos cinco sentidos incólumes – o no tanto – a las exigencias del mundo. ¡Ojalá este agradecimiento de las dádivas sonara mucho más sincero, aún ficcional, y mucho más original y auténtico que cualquier canción precesora! Porque no es poco, Vida, lo que me has entregado; y bien se sabe que para permanecer en este mundo se debe pagar un diezmo. Ahora reconozco que es poco el interés a mis veintiún años. ¡Qué poco entendí a veces de injusticias, recayendo en mí el error de querer culpabilizar lo inocente! En el tiempo cada uno paga sus propias cuentas en la justa medida.
. . . . .Ahora, luego de que me han abandonado los terrores, las lágrimas inconfesables en la almohada, los consuelos absurdos y los reproches inútiles por tardíos; ahora que recupero algo que podría haber perdido; ahora que puedo dormir de noche sin las pesadillas donde luces blancas y rojas flotaban en la oscuridad; ahora que solo unas pocas sombras blancas me empañan los ojos recordándome que en unos años – quizá – esas mismas hubieran sido negras y totales; ahora que el miedo se ha ido por haber conocido, finalmente, el dolor que tanto bien hace; ahora, Vida, ahora te agradezco por haberme dado los ojos, la vista, la luz, los paisajes y las formas; y por haberme recordado que también de la misma manera me los podías quitar.